Ya hemos tratado esta cuestión en post anteriores, pero es tan importante y tan compleja que tenemos que insistir y lo hacemos nuevamente: la alineación de valores y objetivos a la hora de crecer como entidad de economía de impacto. Este proceso no solo involucra a la dirección y a los empleados en un nivel superficial; se trata de un compromiso profundo con la misión organizacional que impulsa cada decisión y acción dentro de la empresa.
Aún hay quien solo concibe la visión o beneficio a cualquier precio de las empresas tradicionales o la continuación en base al sacrificio y la generosidad de las ONG clásicas. El auge de las organizaciones de economía social requiere de las estrategias de crecimiento de las primeras y del orden de prioridades de las segundas. Esto significa adoptar un modelo híbrido que equilibre la búsqueda de rentabilidad con el compromiso social y ambiental, sin comprometer uno por el otro.
Esto solo es posible si todos los miembros de la organización están alineados con los principios y los objetivos de la misma. Esta alineación requiere que cada uno de los trabajadores mire más allá de sus funciones inmediatas y obligatorias. Deben comprender cómo su trabajo contribuye al logro de los objetivos más amplios de la organización, fomentando un sentido de propósito y pertenencia que trasciende las tareas cotidianas. Los trabajadores “ciegos” al resto de elementos de la organización son casi incompatible con organizaciones o directamente una incoherencia a los valores que se persiguen y que estarán cada vez más lejos si no somos capaces de “aplicarnos le cuento”.
Para poder pedir esto a los trabajadores, hemos de estar seguros de que cada persona está en el puesto adecuado y que su talento se desarrolla y aprovecha al máximo. Esto va más allá de la satisfacción de las necesidades salariales; se trata de garantizar que cada empleado tenga oportunidades de crecimiento personal y profesional dentro de la empresa. La selección y desarrollo del personal deben basarse en un enfoque de artesanía laboral, donde se reconozca y cultive el talento individual en beneficio del conjunto.
Este planteamiento tiene que comenzar desde el momento en el que se realiza la selección de personal y continuar a través de programas de formación y desarrollo continuo. Tachar ítems sirve para jugar al bingo, pero en este contexto laboral, necesitamos un enfoque más sofisticado y personalizado que reconozca las habilidades únicas de cada empleado y cómo estas pueden ser mejoradas y aplicadas para alcanzar los objetivos comunes.
La claridad del propósito es esencial en este proceso. Muy relacionado con la necesidad de ir más allá de lo que se tiene delante, los trabajadores necesitan saber para qué sirve lo que hacen. Cada tarea, cada proyecto, cada reunión, forma parte de un objetivo final que contribuye a la misión más amplia de la organización. Esta comprensión transforma la rutina laboral en una contribución valiosa, incrementando la motivación y el compromiso.
Todos y cada uno de los miembros del equipo contribuyen y es necesario que sepan de qué manera lo hacen. Esto requiere una comunicación clara y efectiva de los objetivos y cómo cada rol se alinea con estos. Con estas dos ideas en marcha, el compromiso individual y la cohesión grupal se verán fuertemente reforzados, creando una cultura organizacional dinámica donde el crecimiento personal y colectivo son prioritarios. Una organización no es un zoo de animales separados y enjaulados, es un ecosistema vivo donde todo esta relacionado. Abrazar esa realidad nos permitirá manejarla en beneficio de todos.
Así las dificultades y dudas que vendrán con la expansión no desaparecerán pero serán más fáciles de superar. El establecimiento de objetivos claros y alcanzables, que sean coherentes con el propósito de la cultura de la empresa, es fundamental. Los empleados deben conocer estos objetivos y entender cómo su trabajo diario contribuye a alcanzarlos. La participación activa en la definición y revisión de estos objetivos también es crucial, ya que promueve un sentido de propiedad y compromiso con los resultados.
El tipo de dinámicas de participación y consulta se ve muy condicionado por el tamaño de la entidad. Las organizaciones más pequeñas pueden permitirse enfoques más horizontales y abiertos, mientras que las más grandes necesitarán estructuras más organizadas para asegurar que todos los niveles de la organización estén involucrados y entiendan su rol en el contexto más amplio. Para las grandes organizaciones, el desafío es mantener la comunicación efectiva y la participación a través de estructuras más complejas, lo que puede requerir herramientas y estrategias de comunicación más sofisticadas.
La cultura organizacional juega un papel vital en este proceso. Sin una cultura que fomente la transparencia, la comunicación bidireccional, y la delegación efectiva, la alineación de valores y objetivos se convierte en un desafío aún mayor. Es fundamental que todos los niveles de la organización practiquen la transparencia y que haya un flujo constante de información. Esto no solo incluye compartir los éxitos y los objetivos, sino también los desafíos y las áreas de mejora.
Además, es crucial reconocer y celebrar las contribuciones individuales y del equipo. Esto no solo mejora la moral y el compromiso, sino que también refuerza la importancia de cada empleado en el logro de los objetivos organizacionales. La celebración de logros, tanto grandes como pequeños, contribuye a una atmósfera positiva y motivadora.
Para mantener esta alineación y compromiso, las organizaciones deben invertir en el desarrollo continuo de todos. Esto incluye formación y capacitación que no solo se enfoca en las habilidades técnicas, sino también en el desarrollo de habilidades blandas, como el liderazgo, la comunicación y la gestión del cambio. Estas habilidades son esenciales para navegar en el dinámico entorno de la economía de impacto y para liderar con el ejemplo.
Finalmente, el establecimiento de un sistema de retroalimentación eficaz es fundamental para mantener la alineación y el crecimiento. Los empleados necesitan saber cómo su trabajo impacta en la organización y recibir retroalimentación constructiva sobre su desempeño. Del mismo modo, deben tener la oportunidad de expresar sus ideas y preocupaciones. Una cultura que valora y actúa sobre la retroalimentación fomenta una mejora continua y refuerza la alineación entre los objetivos individuales y organizacionales.
En resumen, la alineación de valores y objetivos en una organización de economía de impacto es un proceso complejo que requiere compromiso, comunicación y un enfoque personalizado hacia el desarrollo de los empleados. Al centrarse en estos elementos clave, las organizaciones pueden construir un equipo más comprometido y cohesivo, preparado para superar desafíos y contribuir significativamente al éxito y al impacto social de la empresa.
Estamos en 2024 y eso significa mucho más que un número en el calendario. Las entidades de economía social se encuentran con desafíos específicos a la hora de crecer y no será fácil solucionarlos. Contar con un buen equipo es precisamente la mejor manera de enfrentarse a la incertidumbre laboral y contribuir a paliar la incertidumbre del resto de cosas porque mejorar el mundo es, en última instancia, el motor de todo esto.